lunes, 31 de enero de 2011

VOLVER A EMPEZAR

- Había mucha sangre.- me contestó él al preguntarle por qué el rojo se traducía en gris ante su mirada.
La sangre de su amada. Por primera vez conoció en abundancia la sangre de su amada. Aquella que por su ausencia le quitó la vida, y le empujó a él a una nueva.
El antes y el después: la fecha que divide en dos mitades tu vida, es la que te indica cuándo comienza tu segunda vez.

sábado, 29 de enero de 2011

¿Un clavo saca otro clavo?

Un clavo tiene que salir primero él solo para que pueda entrar el siguiente. Necesitaba hacer hueco, necesitaba no comparar, no relacionar; llegar a un momento donde el pasado no es doloroso sino que se convierte en un gran desconocido, y es este desconocimiento el que te permite volver a conocer. A partir de ahí, aquella persona que no era la adecuada, se convierte en la pieza que faltaba.

ENCUENTRO FUGAZ

Iba cargado de maletas y de su numerosa familia. Le esperaba una viaje largo, muy largo, hasta llegar a su destino. Había pasado unos días en un país extranjero y ahora se encontraba de regreso.
Tenía la edad en la que los ojos comienzan a despertar y a seguir, con su girar, a todas aquellas féminas que se ponen en su camino; también la edad del pudor, de esa vergüenza que paraliza y que no te deja afrontar.
Solo le vi un instante: se dirigía en metro al aeropuerto junto con los suyos. Aquella chica que se encontraba en el mismo vagón, al lado de la puerta, le observaba con descaro. Él alzaba la mirada por encima de su flequillo y la desviaba en el momento que sus ojos se rozaban con los de ella. Era incapaz de manterse firme. Su madre sentada a su lado, contemplaba la escena con recelo. Podría ser de aquellas madres que quieren mantener cerca a su rebaño, y ese momento lo estaba viviendo como una completa amenaza.
La chica del vagón le daba la espalda para mirarse a través del crital. Eran de la misma edad, pero ella no tenía ningún reparo en retocarse el rimel ante los ojos del resto, ante los ojos de él. Le estaba provocando. Él aprovechaba ese momento para repasar todo el cuerpo de ella: su pelo, cómo le quedaban lo vaqueros, sus piernas... Volvía a mirarle de frente y él se encogía. Quería besarla, apretarla con fuerza pero sabía que era un momento fugaz.
Una voz anunció su parada y en unos segundos las puertas se abrían para indicarla el camino. Él sintió su marcha a pesar de haber compartido apenas unos minutos. Ella ya se había olvidado de aquel momento cuando comenzó a andar. Quizá sería otro de tantos, quizá ni siquiera eso.