sábado, 12 de febrero de 2011

UN CUERPO SIN VIDA

Hoy amanecía con la noticia de la existencia de un cadáver debajo de mi balcón: una vecina se había quitado la vida saltando desde un 7º piso. Los demás, aun sabiendo que estaba ella ahí, estábamos obligados a hacer nuestra vida, cada uno en su casa pensando cuándo se llevarían aquel incómodo bulto. Dos policías custodiaban el cuerpo pero ante aquella sábana de puntilla, daban lugar a conversaciones tan triviales como cualquier partido de fútbol.

Cuando llegó el juez, los policías alertaron a los vecinos para no asomarse. Estos avisos en realidad incitan más a la desobediencia, aunque si lo pensamos en frío, qué necesidad tenemos de que nuestra retina grave una imagen tan dantesca como la de una mujer sin vida.

¿Cuánto estaría sufriendo cómo para adelantarse su propia muerte? Algo la estaba quemando tanto por dentro que no encontró más descanso que dejar de existir. Algunas personas lo han pasado tan mal viviendo que su único consuelo es pensar que algún día todo acabará y por fin, parará su maltestar.

Solo encontré sus zapatillas de flores de estar por casa. Esas que hace apenas unas horas cubrían sus pies fríos.