viernes, 19 de noviembre de 2010

EL PESO DE LOS RECUERDOS

El no recordar es a veces utilizado de manera inconsciente para no sentir. Pensaba que con el tiempo, dentro de mí se había venido a habitar la frialdad y a su vez se perdía todo el romanticismo de los momentos, de las etapas, de los lugares... eligiendo ser más práctica para rodearme de lo imprecindible. Es todo mucho más sencillo que todo esto. Me he dibujado un punto delante de mis ojos que no me permite echar la vista atrás y asi me obligo a avanzar. De esta forma, no hay lugar para el recuerdo y menos aún para el gozo de tiempo pasados, solo existe lo siguiente.

Lo pasado deja huella en cualquier lugar insospechado porque no quiere irse de tu memoria. En estos momentos, se apodera de mí una fuerte sensación cargada de sentimiento, cuando regresan olores, sensaciones, imágenes de hace unos meses vividos en otro lugar. Una canción, unas fotografías, un acento... cualquiera de estas cosas no me dejan indiferente. Fueron buenos momentos cargados de, podría llamarse, felicidad. Ahora dudo si es por este motivo por el que lo vuelvo a revivir de esta manera o es porque realmente tengo un hueco allí.

PRIMEROS PASOS

Paula le ha regalado a mamá sus primeros pasos. Después de meses de dependencia, se ha soltado para elegir su propio camino. Pasó de los brazos al suelo, solicitando que la guiaran a todos los rincones pendientes de visitar. Ahora puede hacerlo ella sola, y lo que nos ha demostrado es que puede más la libertad que el miedo. Un buen aprendizaje para los que la observamos.

jueves, 18 de noviembre de 2010

MI VIDA EN PELAYO

Me despierto en un estudio; caigo de la cama y me encuentro en el salón. Ahora me doy cuenta de lo mucho que me cunden las mañanas y es que aunque parezca cómico, el no tener que desplazarme porque en un mismo espacio tengo: habitación, cocina, salón y baño, hace que ahorre en minutos. Es lo bueno de estas casas del futuro, te permiten vivir más en menos tiempo.

Salgo a la calle y dependiendo de la semana, me encuentro con los trasnochados o con los bebedores de primera hora. Al principio me sorprendían los botellines de cerveza de las ocho de la mañana y la gente sin equilibrio, pero ahora ya han pasado a formar parte de mi paisaje mañanero.

Camino por Gravina, me recreo mirando hacia arriba los balcones de Barquillo y Almirante, intentando llegar a ver algo de los que tienen luz. Y no me considero una persona cotilla, pero sí muy curiosa. Me gustaría conocer una pequeña parte de la cotidianidad de estas personas que habitan en casas descaradamente bonitas.

Regreso por la tarde paseando por la Plaza de las Salesas para después atajar por la calle Belén y sus cafés; aquí me encuentro con otro tipo de fachadas, en concreto una del siglo XIX que me hace creer que estoy en París. Dejo atrás galerías, espacios muticulturales y tiendas indescriptibles. Me adentro en mi vecindario en forma de corrala aunque en ocasiones tiende más a parecerse a la Rue del Percebe. Aquí me encuentro con Miguelito, con apariencia de gato, intentando entrar en mi casa; el argentino que toca la guitarra y no deja de calar a la de abajo. Los del primero que palidecen por momentos y cada vez están más cerca de mimetizarse con los niños de "Los Otros".

Exceptuando la mañana y la tarde que me recuerdan que estoy en Madrid, el resto del tiempo lo paso en mi espacio que podría estar en cualquier parte. Y es en realidad "mi cuarto propio", como aquél que describía Virginia Woolf; un espacio que toda persona necesita para desarrollar su independencia, disfrutar de la soledad y alimentar el intelecto. Y es en esas en las que estamos.

sábado, 13 de noviembre de 2010

LISBOA

Tengo muchas ganas de decirlo en alto, de cantarlo, de bailarlo, ¡qué se yo qué más! Pues sí, ¡qué vuelvo a Portugal! ¡Qué me voy a Lisboa!. Y lo mejor de todo, en pleno invierno; y lo peor de todo, en pleno puente repleto de turistas (más una).

Es un viaje de ida y vuelta; con paisaje y personajes distintos; otra experiencia, otra perspectiva y quién sabe si otra oportunidad.

Dicen de Lisboa que es una ciudad triste, melancólica, muy bella, y claro que lo es, pero es que para mí, no te puedes encontrar mejores ingredientes dentro de una ciudad.

Solo queda contar los días.