sábado, 25 de abril de 2009

TEENAGERS

Oculta tras mi edad, me permito el lujo de ver desde un agujero invisible, a todos aquellos adolescentes intentado ser quienes no son. Cuando voy en el metro, cuando me asomo a mi balcón, no puedo dejar de observar a esos grupos de chicos y chicas, deseosos por experimentar vivencias nuevas y es en ese momento cuando me da por fantasear quién podría ser yo: Podría ser la chica tímida que mira a la líder con admiración y despecho, podría ser la lider con sus infinitas ganas de ser deseada, podría ser la primera que se atrevió a dejarse tocar un pecho, la de la primera borrachera inolvidable o la chica aburrida a la cual se olvidaban siempre de llamar ¿cuál sería yo?. Disfruto detectando en aquellos grupos, los primeros pudores al mostrar sus cuerpos inicialmente desarrollados "Mirad a Carolina y sus curvas" podrían decir los chicos de alguien que pasó desapercibida hasta su primera regla. Empiezan los primeros disfraces de mujeres atrevidas y los de hombres con fondo de niños. Se suele decir que se volvería a esa época con lo que sabe ahora, pero para qué, en ese caso se perdería la inocencia de ser joven y no habría lugar para esa ridícula vergüenza. Se pasaba mal, podría ser el fin del mundo, pero es encantador haberlo vivido y más aún, poder recordarlo ahora.

domingo, 19 de abril de 2009

EL PLAN


Receta.

- un sábado noche.
- un bordillo de cualquier casa ajena.
- cerveza, whisky, ginebra (al gusto).
- cigarrillos (al gusto también).
- un buen amigo que no ves hace tiempo.
- una conversación sobre la "exaltación de la amistad" ininteligible.

Dejar macerar hasta las primeras horas de la mañana siguiente y "vualá" un rico rico plan. Eso sí, es algo copioso por lo que se recomienda, tener a mano después, una gran botella de agua, aspirinas y para los modernos, Bloody Mary.

¡Bon appétit!

sábado, 18 de abril de 2009

EL CAFÉ DE LAS AUSENTES

Los cafés en casa mi abuela, los recuerdo con nostalgia. Yo era muy pequeña cuando me encontraba rodeada de piernas gruesas de señoras mayores, todas ellas con caras maquilladas de colores chillones y desprendiendo un fuerte olor a laca. Iban llegando casi siempre por parejas y mi abuela las abría la puerta para después dirigirlas hacia el saloncito verde. Recuerdo esa araña de luz convertida en lámpara, haciendo brillar las joyas de las presentes, únicamente lucidas para la ocasión. Recuerdo esos ricos dulces que salían de la cocina, cruzaban el largo pasillo y llegaban a la mesa del café. Odiaba esos besos sonoros que me regalaban insistentes, sólo quería que me dejaran observar y que no se dieran cuenta de mi presencia. Hablaban y hablaban o mejor dicho cotorreaban. Ahora con otra edad, me hace gracia, pensar en la "pandilla" de mi abuela y la competencia que inconscientemente existía entre ellas. Las apariencias, los mejores trapos, las mejores alhajas... todo esto por muy superficial que pudiera parecer, hacía que se volvieran a juntar y se volvieran a ver esas "viejas" amigas de la infancia.
En estos momentos, da tristeza pensar que de aquellos momentos sólo queda ese saloncito verde, donde lo único que tiene lugar allí es el café de las ausentes.