viernes, 5 de febrero de 2010

¡QUÉ PENA!

"Yo no contesto los mensajes de felicitación". Con esta simple frase me dijiste que entraba a formar parte de tu gran grupo de cualquieras y desconocidos. Desde esta simple frase me contaste tu más absoluta indiferencia. Entonces, después de ofrecerme toda esa información, tuve que decirte que la amistad no la entendía como cantidad sino como calidad, que para mí era nominativa e individualizada, todo lo contrario a tu cómoda pluralidad. También aproveché para invitarte a mi lista de "los que fueron y ya no son", avisándote de que no ocuparías el primer puesto y por supuesto, tampoco el último. A partir de tu simple frase, se fracturó lo poco irreal que podía quedar, y como consecuencia, tú te atreviste a decir, ¡qué pena!. Discúlpame pero no entiendo en qué lugar queda la pena, cuando no hubo momento para el esfuerzo. Pretendías hacer todo desde el sillón de tu casa, aún no te has dado cuenta, que hay determinadas cosas que requieren levantarse pero eso significaría cansarse, y entonces tú, querrías sentarte de nuevo. Lo que no sabes es que cuando algo realmente te importa, el cansancio puede esperar. Esto te resultará realmente lejano, y es por eso que yo te digo, ahora, ¡qué pena!

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