domingo, 29 de marzo de 2009

OPORTO: NO SÓLO ROPA TENDIDA Y TRANVÍAS


Hay lugares que hacen que te remontes a tiempos pasados que no has vivido nunca, pero aún así, de alguna forma, puedes sentirlos.

Oporto, ha sido mucho más que la soledad de sus edificios con cristales rotos, más que el encanto de esa ropa tendida y más aún que los melancólicos tranvías. La manera de percibir lo que se ve, está íntimamente relacionado con el alcance de la imaginación de cada uno.

Una vez en Oporto, me teletransporté a la decadencia del siglo XIX, donde los románticos; poetas e intelectuales, se encontraban en el Café Majestic para divagar sobre el individualismo. Yo, más contemporánea, hubiera preferido ir al Guarany a bailar salsa, después de haber degustado una suculente cena, servida por sus "simpáticos camareros". Pude escuchar los conciertos de música clásica en el Palacio de la Bolsa y disfrutar su gran acústica. Todos los asistentes acudían con majestuosos trajes y su cortesía impuesta. Observé las siniestras bodegas saliendo del río, donde, desde la distancia se podía oler su humedad y notar su frío. Los jardines de la Fundación Serralves, me llevaron a una carrera infantil llena de risas, atravesando las pérgolas y recorriendo los caminos empedrados, hasta desembocar en el estanque.

Espero que no pase demasiado tiempo, sin que sienta o pueda imaginarme toda esta serie de acontecimientos.

Voltarei logo, Porto.

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